Islas Gilbert
¿Puede la belleza dejarnos impávidos? ¿Se puede ser inmune ante el esplendor y el caos, y “ver desde aquí incendiarse una y otra vez la selva”? ¿Podremos dejar de añorar los abedules de la juventud o la campiña prístina, atravesada por el riachuelo que aumentaba su cauce con las lluvias? ¿Cómo resistir la contemplación del cuerpo tendido sobre la cama, desnudo como mancha en tela blanca, alterando en su gozo los estados del sueño? Estas preguntas podría responderlas el autor de «Islas Gilbert», extenso poema, dividido en secciones que Delfín Prats entrega a sus lectores dentro de la colección Analekta.