La estación encantada
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A través de sus memorias, la autora, una maestra makarenko orgullosa de serlo, nos conduce por los caminos que recorrió desde que aprendiera a escribir en el patio de su casa hasta que se graduó de maestra en la capital del país. Minas de Frío, Topes de Collantes, La Habana y Villa Clara, son algunos de los escenarios que transitará la adolescente testaruda y rebelde, amante del paisaje y de los libros, en los años difíciles de la Cuba revolucionaria. Una obra que nos acerca a la formación de los primeros profesores responsables de salvar la enseñanza y colmar las aulas.
Entre risas y lágrimas este viaje nos confirma que cada meta conlleva un grado de atrevimiento y voluntad que Tula estuvo dispuesta a pagar desde el instante en que dejó la seguridad de su hogar para fraguar un sueño, desconociendo que se adentraba en una aventura que la precipitaría a la madurez física y espiritual, cuya recompensa sería cristalizar el credo de su vida: ser educadora. Su narrativa ligera, matizada con un diálogo ocurrente y una prosa que se toma poesía en los momentos sublimes, convierten esta novela en un testimonio memorable.