Hacia los ojos cristales del pez
No
En tono alusivo, profético, en tanto, como un augur, reincide en examinar la disposición de los recuerdos, la voz de este libro se amplifica en múltiples sujetos, a través del cruce de escenas en apariencia cotidianas y de mitos, en un despliegue de imágenes que irrumpen en el ojo con perturbadora cadencia. En las páginas de Hacia los ojos cristales del pez todo es como en el día de la creación, aunque ya porta una fatalidad: la conciencia del tiempo. Se trata de una hermosa jornada por la niñez, por lo que se asimila con goce y también con el dolor imprescindible. En no menor medida se trata de un aprendizaje, todo con el auspicio de una constante: la naturaleza. Ensoñación, lucidez, un reacomodo de la historia del que se intenta expulsar la nostalgia, con poco éxito, para suerte de nosotros, lectores. De esa tensión por desterrarla proviene mucha de la energía de estos versos.